desde nivel C / costumbres / reportaje / Rafael Troyano
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EL SUEÑO DE UNA TARDE DE VERANO
La siesta es algo tan cotidiano que no se le da el valor que merece. Es ahora cuando esta (no) actividad comienza a recomendarse como ejercicio saludable.
¿QUÉ ES LA SIESTA Y PARA QUÉ SE UTILIZA?
Desde mucho antes de que Al Gore pontificase1 sobre las maldades del cambio climático2 y sus bochornosas3 consecuencias, las calles de cualquier pueblo o ciudad española a las tres de la tarde en verano ya eran un territorio inhóspito4, únicamente habitable por especies autóctonas5 aclimatadas6 a esas asfixiantes7 temperaturas, como las mel(odiosas)8 chicharras9 o los obreros de la construcción, que se afanan10 en levantar complejos residenciales y campos de golf donde antes todo era secarral andalusí11o páramo12 castellano-manchego.
A esas horas, sin estudios científicos que lo avalen, ni sociólogos que lo certifiquen, es más que probable que el resto de aborígenes y los asimilados de diferentes culturas y nacionalidades que enriquecen la idiosincrasia y las arcas patrias13 esté practicando el deporte nacional por antonomasia14: la siesta.
La siesta es algo típicamente español, que imprime carácter15 y ha hecho patria allende nuestras fronteras16, conformando una de nuestras señas de identidad17, junto a otras insignes18 aportaciones que son la envidia y asombro del foráneo19, como la tortilla de patata, el porrón20 de tinto21, el flamenco, los toros, el futbolín22 y la fregona23. El insigne Nobel de las letras, Camilo José Cela, bautizó a la siesta con el nombre de “yoga ibérico” y tanto la palabra como la costumbre de echar un sueñecito24 a media tarde se apuntan en “el haber”25 del abundante legado de los romanos, que acostumbraban a descansar a la hora sexta, que trasladada a nuestro uso horario vendría a equivaler a las dos o tres de la tarde, precisamente para preservarse de la canícula estival26 de Hispania.
Lejos de parecer un ejemplo de pereza, dormir un rato por la tarde ayuda a recuperar una actividad cerebral plena después de una jornada ocupada en la tareas cotidianas. Esta breve desconexión, además de favorecer una digestión más reposada, actúa de forma positiva a la hora de pensar, argumentar o tomar decisiones para lo que resta del día.
CONTRAINDICACIONES Y EFECTOS SECUNDARIOS
También es cierto que hay personas a las que la siesta no les favorece y retornan a la vida irascibles27 o más cansados, lo que viene a ser lo mismo que a los que el marisco28 o un potaje29 les resulta indigesto30, pero en general los beneficios que produce en el organismo compensan los supuestos efectos secundarios, aunque sí que está contraindicada para aquellos que padezcan trastornos del sueño, como insomnio o sonambulismo31.
TIPOLOGÍAS32
La siesta no iba a ser menos que otras actividades humanas y también está sujeta a una serie de tipologías y modos de uso, que no reglas. Respecto a los tipos, están las de antes de comer y las posteriores al almuerzo33. Ni qué decir tiene que la primera modalidad siempre ha estado al alcance de unos pocos privilegiados, por eso es conocida como la siesta del cura o del canónigo34 como bien recoge el diccionario de María Moliner, y que la maledicencia35 de las gentes envidiosas de esa suerte hizo que se llamase también siesta del burro, del borrego36 o del carnero37 (según la región).
Bastante más usuales son las espontáneas, que de manera más familiar son conocidas como “cabezadas38”; duermevela39 a traición con los rugidos de los leones del Serengueti como banda sonora para disimular los ronquidos40: muchas gracias, documentales de la segunda cadena de Televisión Española. Y, por supuesto, están las de recuperación, las de toda la vida, que se echan, sobre todo, cuando hace efecto ese somnífero de elaboración casera que se denomina gazpacho41.
CÓMO ECHARSE LA SIESTA
Detallemos el modo de empleo de la siesta, que más sencillo no puede ser, aunque precisa de cierta liturgia42, como todo buen rito. Se requiere un espacio adecuado, sin mucho ruido, a poder ser ninguno, con la luz baja, aunque no en completa oscuridad – una rendija43 en la persiana44 o el tenue resplandor de la televisión con su murmullo relajante son suficientes – y, lo principal, que la superficie sobre la que se reposa sea cómoda, siendo válidos: el sofá, el sillón orejero45 favorito o la cama, que es el lugar más apropiado, sin ninguna duda.
En cuanto al tiempo recomendado, depende siempre del que se disponga y las apetencias46 de cada uno, pero se aconseja que se sestee47 entre 30 minutos y una hora, si bien es cierto que algunos gustan de reposos más prolongados, como el propio Cela (él, otra vez, gran estudioso de la siesta por lo que parece), que dijo que las prefería “de camisón, padrenuestro48 y orinal49”. Tampoco hay que pasarse, pero lo dicho: es sólo cuestión de gustos y posibilidades.
Otro elemento nada desdeñable50 de la siesta es su componente afrodisíaco, y no son pocos (ni pocas) los que aprovechan que su bella (o bello) durmiente está con la guardia baja para iniciar una gratificante escaramuza51 amorosa.
Para el ámbito empresarial, siempre ojo avizor52 a nada que huelen la posibilidad de sacarnos el dinero y rentabilizar el “plusvalor”, tampoco han escapado a las bondades del sueño después del almuerzo, y algunas empresas dan permiso53 a sus empleados para que duerman media hora, ya que hay estudios que demuestran que un trabajador descansado, además de feliz, rinde54 más y mejor en su puesto de trabajo y se reducen los accidentes laborales. Y cómo no, también los hay que explotan el lado lucrativo55: ya existen salones en las grandes ciudades (y no sólo españolas, sino europeas) en los que por un puñado56 de euros se dispone de un sillón anatómico, música relajante tipo chillout y masaje. Está visto que de la posmodernidad no se escapan ni las tradiciones mejor conservadas. Todo sea por57 la siesta.
Reportaje publicado en el número 6 de la revista Punto y Coma