desde nivel B2 / cultura / Por Vanesa Alonso
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ENSEÑANDO ESPAÑOL EN HAITÍ
“Hola, necesitaba vuestra ayuda. Actualmente vivo en Haití desde hace 5 meses, y una de las actividades que realizo aquí es dar clases para un grupo de aproximadamente 40-45 personas dos veces por semana. Aquí encontramos una serie de limitaciones y los recursos son mínimos, por no decir casi ninguno… Cuento con tiza1 y una pizarra2… Pues no tenemos otro recurso. La gente no tiene acceso a un ordenador, luz eléctrica, aparatos de música…”.
Así comenzaba el email de Marcelo Paiva, quien el 13 de diciembre de 2013 decidió pedir ayuda a través del foro3 de profesores de español FORMESPA. Marcelo pedía materiales para preparar sus clases: métodos, lecturas graduadas, libros de cultura y todo lo que fuera posible. Los profesores respondieron con enlaces4 y contactos, y, por supuesto, no faltaron los ánimos y la admiración. Yo le contesté pidiéndole una entrevista. Quería saber más.
Marcelo Paiva es brasileño, biólogo y especialista en medicina china. En 2003 se encontró con el español por casualidad y se propuso aprenderlo de manera autodidacta5. Lo consiguió. Su trabajo en la Escuela Neijing, una escuela de medicina tradicional china de origen español, le llevó de Brasil a España, a Cuenca, al pueblo de Pozoamargo. Allí vivió dos años. Para esta escuela, fundada en los años setenta y presente en 18 países en Europa y América, educación y salud no son un negocio. Con esta filosofía por bandera, Marcelo hizo realidad un proyecto: viajar a Haití. Aterrizó en agosto de 2013.
Marcelo pasó el primer mes como voluntario de una ONG6 y, al terminar su contrato, decidió trabajar por su cuenta7, de manera independiente, tan solo con el apoyo de dos personas: su mujer, Esther Medina, quien le ayudó día a día en la preparación de las clases, y el Doctor José Luis Padilla, director y fundador de la Escuela Neijing, quien le proporcionó8 alojamiento9 y comida, y orientación cada vez que lo necesitaba.
La idea de dar clases de español surgió10 de una necesidad de intercambio. Marcelo necesitaba aprender el haitiano (la lengua criolla de la isla) y la comunidad vinculada11 a la ONG necesitaba aprender español. Así, a finales de agosto, en el pueblo de Fon Vèrèt comenzaron las Clases de Español. Un mínimo de dos veces por semana, una o dos horas al día, hasta que se iba el sol, Marcelo se presentaba ante un variopinto12 grupo de alumnos que pasó de 6 a 50 alumnos en solo 2 meses. Las Clases de Español se convirtieron en uno de los eventos sociales más concurridos13 del pueblo. Entre los alumnos, hombres y mujeres, había desde niños de 12 hasta adultos de más de 30 años. Marcelo solo puso una condición para sus alumnos: serían gratuitas para las mujeres y cada alumno varón debía animar a una mujer a asistir a las clases.
“Hacía lo que podía. Con la tiza y la pizarra iba preparando las clases, pero algunos materiales con audios y vídeo no podía utilizarlos”, asegura Marcelo. Pero aquí no terminaban las dificultades. “Teníamos una o dos horas de electricidad al día, así que todo lo que tenía que preparar con el ordenador lo tenía que hacer en estas dos horas porque luego se acababa la luz y la batería, y era imposible”. En cuanto a los alumnos, la situación no era mucho mejor, “los que tenían más materiales, tenían un cuaderno y un bolígrafo. La mayoría no tenía nada. Yo les preguntaba: ‘¿Cómo vienes a una clase sin traer un cuaderno?’ ‘No tengo dinero’, era la respuesta”.
Las clases duraron seis meses. ¿Qué aprendieron los alumnos de Marcelo? “Cosas muy básicas, tienes que empezar de cero: saludos, familia, partes del cuerpo, números, días de la semana, del mes, cosas que podías señalar hasta llegar a los verbos, conversación, traducción de textos. Las cosas más usuales en el día como ‘cuánto cuesta’, ‘qué es esto’, ‘qué hora es’… Mínimos que una persona tiene que saber cuando llega a otro país. Yo no estaba enseñando una lengua, yo estaba trabajando con ellos la capacidad de comunicarse”.
EL ESPAÑOL EN HAITÍ
La población que se encuentra en la zona fronteriza14 tiene más contacto con República Dominicana y por tanto con el español. En esa zona es más probable que el haitiano conozca la lengua. Las mujeres en general, mucho menos. A nivel escolar, algunos colegios dan clases de español; pero, según Marcelo, muchos profesores carecen15 de la formación16 adecuada. En este contexto, “si no estás en la zona fronteriza, pagas un colegio o tienes la suerte de encontrar un profesor de español, tienes muy pocas oportunidades de aprenderlo”. Sin embargo, la demanda del español es muy alta. “Un 100% de la gente quiere hablar español por una simple razón: es la puerta de salida de Haití. La única posibilidad que tienen para tener una vida mejor. Aquí no hay trabajo, la gente tiene hambre todos los días”.
La educación en Haití es sobre todo privada, y en las pocas escuelas públicas que hay en el país, los padres también tienen que pagar una pequeña cantidad anual. “Aparte de este pago, las familias de por aquí tienen que comprar el material escolar y el uniforme”, asegura Marcelo. El sueldo mensual de los profesores en Fon Vèrèt está entre los 2500 gourdes (57,00 dólares) y los 5000 gourdes (114,00 dólares). En cuanto a la calidad de la educación en términos generales, “hacen lo que pueden. Imagínate un profesor mal pagado, sin acceso a formación continuada, que aplica la misma fórmula que aprendió en el pasado; y los libros son importados de Francia, por lo que hay una descontextualización de la realidad. Además, se aplica la política de la letra con sangre entra, se pega a los alumnos.”
Según Marcelo, la solución pasa por un cambio en la voluntad del Gobierno y las ONG, que no siempre se guían por intereses altruistas. “Haití es muy pequeño. Es una población de 12 millones de personas. El problema es que no hay interés. Dar a conocer la realidad de Haití puede ayudar. Conceder becas17 para los estudiantes y para la formación de profesores también puede ser una solución”, dice Marcelo.
EL FUTURO
Al cabo de los seis meses de vivir en la escasez de agua y alimentos, el aislamiento18 provocado por carreteras imposibles y ausencia de asistencia médica, Marcelo y Esther decidieron viajar al otro lado de la frontera. Desde Pedernales, República Domicana, viajan todos los días a un orfanato19 en Anse a Pitre, en Haití, en un nuevo proyecto en el que Marcelo se encarga de la formación terapéutica de los niños.
Marcelo y Esther van a tener un bebé y han decidido que nacerá en Brasil, donde ya está escrita la próxima etapa de su vida, sus nuevos proyectos. En la turística ciudad de Paraty, Marcelo y Esther se han propuesto ayudar a la comunidad que queda al margen20 de las tiendas y las luces de la ciudad. Junto al desarrollo de trabajos en salud y formación, el dar clases de español está entre sus planes. Es una lección aprendida en Haití, donde aprender una nueva lengua puede suponer la única salida para salir adelante21.
* Texto publicado en el número 49 de la revista Punto y Coma