desde nivel B2 / cine / reportaje / Rueda Duque @weezermij / foto: Isabel Coixet y Penélope Cruz
acento venezolano
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LATINOS EN HOLLYWOOD: CAZADORES DE SUEÑOS
Secuencia primera. Rodeo Drive, exterior, noche. Un Cadillac descapotable1 avanza veloz dejando atrás palmeras2 abatidas3 por el viento, neones4 oxidados5 y viejas películas de estreno. El Hollywood real es así, reluciente6 y sórdido7 a la vez, reflejo siniestro8 de una alfombra roja9 vetada10 a los latinos desde siempre. Pero esa historia se ha quedado antigua. Ahora empieza a sonar con fuerza la voz de los diferentes, de esos que quieren salvar el cine hablando en español.
Estados Unidos no es un país, es una paradoja. De la misma forma que el candidato con menos votos gana las elecciones presidenciales, las minorías étnicas se convierten en mayoría demográfica y cultural. Obama es la confirmación de una sospecha: ser blanco está dejando de ser un privilegio; y en el cine también. Hace algo menos de un año, la influyente publicación Hollywood Reporter, listaba por primera vez a los 50 latinos más influyentes del show business: Bardem, Guillermo del Toro, Amenábar, Salma Hayek… Vivimos una época en la que los artistas hispanos pasean orgullosos11 por los platós12 de las grandes productoras, pero el camino hasta aquí ha sido largo, difícil y doloroso.
Latino es un término reduccionista, demasiado pobre y demasiado zafio13 para englobar14 la raza15 y el talento natural de más de una decena de países. En Hollywood, además, ha sido un título despectivo16 durante décadas. Sólo se escribían personajes vagos, borrachos, torpes17 y machistas, normalmente en papeles secundarios,18 cómicos en el mejor de los casos. Legendaria fue la metamorfosis de la actriz Margarita Cansino. Se tiñó19 el pelo, se cambió el nombre y se blanqueó20 la piel. Y al final de esas piernas interminables apareció Rita Hayworth. Un par de décadas más tarde, empezaba a sobresalir21 en pantalla22 un jovencito carismático de mirada inolvidable. En su casa le llamaban Ramón Estévez; en los carteles23 de sus películas leíamos simplemente Martin Sheen.
UNA PICA EN FLANDES…
Pero llevemos este complejo a terreno doméstico.24 Los españoles, que en un pacto con la historia se ganaron el aura de bravos aventureros y conquistadores, se han prodigado25 poco y tarde en el cine norteamericano. De hecho, el actor que lo cambió todo no aterrizó26 allí hasta principios de los años noventa. José Antonio Domínguez también utilizaba nombre artístico, pero no para esconder sus raíces. Antonio Banderas simplemente suena mejor.
Cuando llegó a Los Ángeles no hablaba ni una palabra de inglés. Tuvo que memorizar27 fonéticamente los diálogos de su primera película allí, Los Reyes del Mambo. El esfuerzo mereció la pena,28 sólo un año más tarde, Antonio compartía pantalla con Tom Hanks, Denzel Washington, Tom Cruise o Brad Pitt. Había hecho lo impensable: ganar crédito como latin lover y cambiar de registro justo un minuto antes de que le encasillaran29 para siempre. Esos papeles en Philadelphia o Interview with the Vampire poco tenían que ver30 con las payasadas31 estereotipadas32 reservadas a los actores hispanos hasta entonces. El primer paso estaba dado.
Banderas abrió las primeras grietas33 en el muro y Bardem ha acabado derribándolo34 15 años después. Durante ese lapso35 temporal hemos tenido la oportunidad de ver cómo saltaban el charco36 muchos otros valientes.37 Cada uno ha elegido un camino y todos han obtenido su recompensa;38 desde Elsa Pataky (Snakes on a plane) hasta los aciertos mexicanos de Goya Toledo (Amores perros) y Maribel Verdú (Y tu mamá también), pasando por esos traficantes39 de molde40 a los que han dado vida Luis Tosar (Miami Vice) o Jordi Mollá (Blow). Infravalorada41 e irritante a partes iguales, tal vez sea Penélope Cruz la única equiparable a Banderas y Bardem en carisma,42 popularidad y reconocimiento.43 Reconocida, sí, pero infravalorada (ya dije que no es un país, es una paradoja), porque Pe tuvo que “volver” a España para ser candidata a un Oscar.
AUNQUE NO HABLEN EN LATÍN
Ahora que el reportaje empieza a desprender44 un tufillo45 localista, conviene recordar46 que han sido sobre todo actores de origen latinoamericano los que han luchado durante años con la industria por ese nuevo estatus. Edward James Olmos, John Leguizamo o los jóvenes Gael García Bernal y Diego Luna son exponentes47 de esa generación combativa y brillante, que ahora se deja ver48 en los grandes títulos de Hollywood. Actrices hispanas hay muchas, pero ninguna ha hecho tanto y tan importante como Salma Hayek.
Asentada como estrella del sistema, disfruta ahora de las mieles del éxito49 como productora del fenómeno televisivo del año en Estados Unidos: Ugly Betty. Nunca antes se había utilizado con tanta sutileza50 humor e ironía para destripar51 el estereotipo latino. Y eso que Salma estuvo a punto de caer en el olvido tras su fulgurante52 aparición en Desperado, víctima de la misma maldición que persigue a Marisa Tomei desde que ganó el Oscar en 1992 por My cousin Vinny o a María de Medeiros desde que apareció en Pulp Fiction. Supersticiones aparte, me temo que es la confirmación de lo caro que ha estado siempre ser actriz latina en Hollywood.
UNIVERSOS PERSONALES
Es probable que la interpretación de Bardem en No country for old men quede grabada en el imaginario colectivo53 como lo hizo en su momento el De Niro de Taxi Driver o el Eastwood de Harry el Sucio (Dirty Harry). A pesar de54 todo, es difícil que ningún actor aporte55 tanto al cine como los tres directores mexicanos que encabezan56 la lista del Hollywood Reporter. Los universos personales de Iñárritu, Cuarón o Del Toro son tan trascendentes hoy como lo fueron en su momento las primeras muestras del realismo mágico57 de García Márquez, Vargas Llosa o Rulfo. Creadores de imágenes, contadores de historias pequeñas y a la vez universales, como también lo son, a su manera,58 Amenábar, Meirelles o Almodóvar. Todos valores en alza59 para el gran circo de los estudios norteamericanos.
Hollywood es así. Si le gusta, lo copia. Si la copia sale mala, se lleva el original. No nos engañemos,60 se puede poner precio al talento, y los estadounidenses61 son los únicos capaces de convertir el arte en un negocio rentable. Son listos y han aprendido de sus errores. Ya no quieren americanizar a nuestros directores; de hecho, es probable que ahora quieran hispanizar a los suyos. Del Toro se va a Hollywood y rueda una película de superhéroes enfermizamente62 gótica y cargada de humor negro.63 A Cuarón le abren la puerta y monta un film de ciencia ficción apocalíptica a la altura de Blade Runner. Y luego está Iñárritu, capaz de hacer tres veces la misma película y conseguir que Sean Penn se pelee por unas líneas en cualquiera de ellas.
El cine americano está cambiando, ahora nos toca cambiar a nosotros. Vamos a tener que acostumbrarnos64 a ver otro sol y otro desierto en las películas, a escuchar otro español, mejor hablado, más seco y sin ese acento sospechoso65 que delata66 al no nativo, al que aprendió por accidente. Ya no es una mirada extraña la que nos explica. Al fin y al cabo, los Westerns siempre se rodaron aquí al lado (en Almería).
* Texto publicado en el número 14 de la revista de ELE Punto y Coma