desde nivel B1  /  lenguaje  /  reportaje  /  Carmen Aguirre (profesora de Lengua Española
en la UCM)  /  ilustración: Rosacasirojo

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¿Qué pasa, tronco? El lenguaje de los jóvenes

Nunca como hoy, los jóvenes han manejado1 un vocabulario tan diferente al del mundo de los adultos; un lenguaje a mitad de camino entre la diversión y la provocación que resulta incomprensible para todos los que no pertenecen a su mundo. Punto y Coma reflexiona con los autores de esta especial modalidad de la lengua de Cervantes.

PARA QUE TE PISPES (ENTERES)

–¿Qué pasa, tronco? ¿No me digas que te rajas y te abres tan temprano?

–Es que tengo que chapar mazo y prefiero estar pronto en mi keli y no mamarme, que no quiero estar mañana empanado.

¿Ha entendido usted algo? No se preocupe, no tiene nada que ver con su nivel de español. Probablemente mi madre se hubiera enterado tanto como usted. Pero es así como hablan nuestros jóvenes. Sería raro en ellos haber escuchado algo mucho más normal como:

–¿Qué pasa, hombre? ¿No me digas que ya no quieres seguir aquí y te vas tan temprano?

–Es que tengo que estudiar mucho y prefiero estar pronto en mi casa y no emborracharme, que no quiero estar mañana atontado.2

La gente joven siempre ha tenido una manera más informal de hablar, con términos provocativos que demostraban su rebeldía y su rechazo3 al mundo formal y autoritario de los adultos. Por eso, muchos de los términos4 que han manejado y manejan los jóvenes están tomados del mundo del hampa5 y de la marginalidad.6 Del léxico de las germanías7 encontramos muchas palabras de uso habitual, como afanar (“robar»), trena («cárcel»), mogollón («mucho»). Y de la lengua de los gitanos8 españoles, el caló, vienen palabras que están continuamente en boca de nuestros jóvenes, como molar («gustar»), currar («trabajar»), chungo («malo»)…

Pero lo que diferencia a los chicos y chicas de hoy de los de generaciones anteriores es su gran capacidad de crear gran cantidad términos, de tal manera que podemos llegar a decir que los jóvenes tienen un lenguaje propio, con un vocabulario que va aumentando y cambiando día a día. Ellos mismos son conscientes de esta capacidad creativa y este cambio vertiginoso9 sujeto a modas.10

Elena habla de cómo la jerga afecta a su forma de expresarse. “Cuando hablas, yo creo que no te das cuenta11 de todas las palabras que utilizas; pero luego, si realmente te paras a pensar y haces balance12 de todas las palabras que utilizas, te das cuenta de que tienes una cantidad muy grande, y que cada vez van aumentando. Porque cada vez para hablar utilizas cosas nuevas porque, si no, te pasas de moda;13 tienes que ir variando porque, si no, seguramente no estás en la onda”.14

Ellos lo tienen claro: el vocabulario delata15 al usuario. Dácil incide en lo efímeras16 que son muchas de estas palabras: “Yo creo que hay veces que también se ponen un poco de moda, dependiendo de la palabra. En Canarias, en la zona en que yo vivo, por ejemplo, palabras como primo… Llaman a alguien por primo. ¡Qué pasa, primo!  O por ejemplo, decir sos loco («eres un loco»). En vez de primo, cambió a loco, pero eso ha sido en años. Entonces, de primo se pasa a loco. Ahora te dicen primo y te quedas así como… ¿En qué años vives? ¿Sabes?”.

Este vocabulario es enormemente localista.17 Cuando un joven de Hispanoamérica llega a España, por ejemplo, lo primero que le sorprende es la cantidad de palabras que emplean18 sus compañeros que no es capaz de entender.

Érika acaba de llegar de Argentina. “Yo, que soy extranjera, tengo que aprender todo de nuevo. Para mí es necesario, por lo menos, saber de lo que hablan. La cantidad de palabras que hay es impresionante, y tal vez allá, sí… Sucede exactamente lo mismo, que los jóvenes tenemos nuestras palabras; pero me parece que no son tantas como son aquí”.

Incluso dentro de España las diferencias entre una región y otra son también considerables, como nos explica Dácil, que ha venido desde Canarias para estudiar Ciencias de la Información en Madrid. “Yo creo que incluso de una zona a otra de la Península hay bastante diferencia, porque a mí me pasa que yo tampoco entiendo palabras que aquí utilizan los jóvenes. Yo keli en la vida lo he oído; y yo digo una palabra que es juvenil allá y aquí no me van a entender. Por ejemplo, fleje. Fleje es «mucho». Y coyo también es canaria, y no se utiliza aquí. Coyo es como un poligonero; también es un macarrilla”.19

SEÑAS DE IDENTIDAD

Hasta ahora era el espíritu de rebeldía, las ganas de transgredir,20 lo que caracterizaba la manera de hablar de la juventud. Sin embargo, hoy vemos mucho más en esta forma peculiar de hablar: unas ganas enormes de diferenciarse.21 Buscan palabras nuevas que no utilicen, e incluso que no conozcan, los adultos para diferenciarse de ellos, para crear un mundo propio. Así nos lo explica Belén: “Fundamentalmente, es por la diferenciación con el mundo adulto. Incluso entre los propios jóvenes, también, según el grupo al que pertenezcas, puede haber unas palabras distintas a otras y, fundamentalmente, yo creo que  es eso, para remarcar22 que somos diferentes de los adultos y que no estamos en el mismo mundo, que vivimos el mundo de otra forma”.

Frente al mundo “formal” de los adultos, los jóvenes defienden un mundo “informal”, sin obligaciones, ni responsabilidades, en el que lo esencial es la “alegría de vivir”. De ahí que muchos no vean con buenos ojos23 que los adultos utilicen las palabras de su jerga. “Si mi padre me dice algo, es que me río y digo: ‘Papá, no te pega24 para nada’. Les pega hablar supercultos y no utilizar ninguna palabra de joven”, afirma Blanca.

Alberto tiene una opinión aún más radical: “Tienen sus palabras propias, igual que la vestimenta.25 Por ejemplo, ves a una persona mayor de 60 años, o algo así, con ropa de joven y dices: envejece con dignidad. ¿Sabes? No pega nada, pues lo mismo el vocabulario”.

La vitalidad, la risa, la libertad sexual, el desenfado26 y la búsqueda de estados de conciencia placenteros están detrás de la mayor parte de los neologismos utilizados por este gran colectivo. Son palabras nuevas creadas para acciones y situaciones específicamente juveniles. Ellos tienen muy claro que las nuevas palabras surgen con los nuevos comportamientos.27 Por eso, Víctor Fernández nos explica que no tiene ningún sentido utilizar estas palabras si tu vida es la de un adulto: “El argot va unido a ciertas formas de comportamiento de los jóvenes. Porque yo no creo que una persona adulta pueda decir ‘venga, vamos a darnos un rulo por la ciudad’, si lo que quiere ir es a darle de comer a las palomas”.

Belén incide también en esta idea de que es el cambio en las costumbres28 y los comportamientos el que lleva a la búsqueda de nuevas palabras. Si la vida es diferente, la manera de hablar tiene que reproducir esa manera diferente de vivir: “Yo creo, además, que también se nota mucho porque normalmente las palabras que utilizamos los jóvenes son palabras que se refieren a actitudes que tenemos los jóvenes, que normalmente los adultos no tienen; a comportamientos, a situaciones… Entonces, al no compartirlas, choca también más que las utilicen, porque no lo realizan ellos. Entonces, por eso choca”.

La realidad es que nunca como ahora se ha extendido la juventud a una época tan larga de la vida. Estas ganas de ser joven, de vivir y comportarse como jóvenes lleva a muchos a aferrarse29 a este vocabulario jergal cuando ya han sobrepasado30 con creces31 esta etapa. Parece que si hablamos como jóvenes y nos comportamos como jóvenes seguimos en el grupo, aunque el tiempo vaya pasando.

EMPOBRECE32 O ENRIQUECE:33 ESA ES LA CUESTIÓN

Hay muchas voces alarmadas que alertan de que nuestra juventud está perdiendo vocabulario porque emplean una y otra vez las mismas palabras. Algunos, como Blanca, comparten esta idea. “Yo creo que estamos creando muchas palabras, que eso es enriquecedor, pero también estamos quitando palabras que vienen de hace mucho tiempo y que ahora ya no las utilizamos, palabras más cultas, más educadas…”. Sin embargo, no todos los jóvenes son de la misma opinión. Otros, como Víctor Barahona, defienden que es una cuestión de registros.34 Si están entre amigos, van a utilizar su vocabulario jergal, que puede ser más reducido; pero son muy capaces de hablar de una manera mucho más culta cuando la situación lo requiere.35 Es un tópico pensar que la nueva jerga desplaza36 o anula el vocabulario más culto y empobrece el lenguaje. “Yo creo que se ha enriquecido bastante. No hablas igual con tus amigos que hablas en otro tipo de contextos, ¿no?, con tus padres e incluso con un profesor. Y yo creo que eso es enriquecedor: el poder hablar en cada contexto de una manera diferente y cambiar incluso automáticamente. Tú no lo piensas. Yo estoy hablando ahora contigo y no estoy pensando en que tengo que hablar de una manera u otra; me sale sola. Igual que si hablo con mis amigos también me sale sola. Entonces, yo creo que eso también es enriquecedor: poder cambiar, saberte adaptar a cada contexto”.


 

* Reportaje publicado en el número 13 de la revista de ELE Punto y Coma

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