Entro en Spotify y me sugiere “Chicas indie” junto a una foto en blanco y negro de la cara de una mujer morena con el pelo muy largo. Es Rosalía. En la descripción de esta lista de reproducción o play list se puede leer: “Son jóvenes, preciosas, guerreras… y cool”.
A finales de 2013 fui con mi hija de un año a un concierto del grupo de flamenco para niños Flamenco Kids. Por el escenario pasaron grandes artistas españoles que habían colaborado en su último álbum. Allí estaban la gran cantaora Carmen Linares y el cantautor Javier Ruibal, y allí me impresionó la voz de una chavala morena que cantó una canción sobre aprender a sumar. “Para multiplicarlos, solo habrá que sumarlos. Tienes que confiar en la suma de sumandos. Siempre que sean iguales, nos dará el resultado de cuántos cucuruchos me he tomado”; les prometo que en su voz estas frases sonaban con la melancolía que nos produce recordar nuestra infancia. Después pensé que su cara me resultaba familiar y me di cuenta de que habíamos sido compañeras en clase de flamenco, en la escuela de baile La Tani, en Barcelona. Después del concierto fui a saludarla. No sabía ni que cantaba y allí me dijo su nombre. Le di mi teléfono y le ofrecí mi casa si venía en otra ocasión a cantar a Madrid. Nunca supe nada de ella, pero seguí escuchando esa canción en el CD de mi coche, con mi hija, año tras año.
A finales de 2017, Rosalía comenzaba a sonar en Radio 3, una emisora pública española que se preocupa mucho por ayudar a nuevos talentos nacionales. Me alegré mucho por ella. Pensé que era el comienzo de una larga carrera por dos cosas: por su talento y porque estaba en buenas manos. Me equivoqué al pensar que solo sería una buenísima cantaora.
A principios de 2018, hablando con personas nacidas en los noventa, empecé a darme cuenta del potencial de la artista. Las chicas con las que hablé jamás escuchaban flamenco, sin embargo, sí escuchaban a Rosalía. A mediados de 2018, a Rosalía le dieron el prestigioso Premio El Ojo Crítico de Música Moderna 2017, que concede cada año RNE (Radio Nacional de España). Me volví a alegrar. Ya la cantante estaba en boca de todos aquellos a los que nos gusta la música. Un par de meses después vi su videoclip Malamente en Youtube. Me equivoqué otra vez pensando que no había elegido bien su camino. Me dio rabia que se saliese del mundo flamenco. Pero, poco a poco, empecé a ver la coherencia de todo lo que hace y me fui acercando a su forma de expresión. Intenté mirarla sin los prejuicios del flamenco ni de los ojos de una generación anterior. Y vi lo mismo que vi la primera vez que la escuché cantar: talento y sensibilidad.
España me parece un país duro para los que tienen éxito. Si uno triunfa, se convierte en el centro de todas las miradas y en nuestro país, esas miradas son especialmente críticas. Pero no son críticas por profundas, sino críticas por envidiosas, por desconfiadas. Rosalía genera críticas muy crueles. Nosotros queremos defenderla y ayudarla desde estas páginas, como hacemos con toda la cultura de los hispanohablantes que creemos que merece la pena.