desde nivel B / literatura / opinión / Carmen Aguirre

pequeno vals vienes

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El poema “Pequeño vals vienés” está incluido en el libro de poesía Poeta en Nueva York, uno de los mejores libros de poesía de Lorca, editado1 por primera vez en México y en Estados Unidos en 1940, cuando el autor ya había sido brutalmente asesinado en la Guerra Civil española. Lorca fue exiliado en la muerte, dejó de leerse, de estudiarse y de publicarse en la España de la posguerra y la dictadura.

El poeta llega a Nueva York en 1929 para hacer un curso de inglés y dar conferencias2 en distintas universidades americanas, y esa ciudad le impacta profundamente. Esta etapa representa y define el surrealismo lorquiano. El rechazo3 hacia una civilización “desnaturalizada” se plasma4 en esa obra en la que Lorca vuelve a ponerse del lado de los oprimidos5: los negros, los excluidos del bienestar social, los niños…

El surrealismo de esta época lleva los símbolos y las metáforas al extremo; y hace que en todo el libro se viva en una especie6 de caos y confusión, de sueño destructivo.

Sin embargo, en el “Pequeño vals vienés”, uno de los últimos poemas del libro, no encontramos esta temática. Es un poema de amor, de amor profundo y de amor desesperado.

Es un poema y una canción que se mueve a ritmo de vals según lo vamos leyendo. Es una música que resuena7 en nuestros oídos con la pronunciación de cada palabra.

Es la plasmación de un sueño misterioso en el que van apareciendo elementos contrarios que nos hablan de amor, de belleza y de vida, pero también de muerte y de dolor.

Hay diez muchachas, pero también un hombro donde solloza8 la muerte.

Hay un fragmento de la mañana, pero está en el museo de la escarcha.

Hay palomas, pero están disecadas.

Hay frescas guirnaldas9, pero son de llanto.

Hay lirios, pero son de nieve.

El violín es también un sepulcro10.

Hay un vals que es al mismo tiempo muerte y coñac.

Es un poema de amor, pero de amor frustrado, en el que los versos sugieren y nos hacen sentir. Todo es misterio. No podemos ni debemos encontrar una comprensión racional porque no la hay. Esto es lo típico del movimiento surrealista. Tenemos que dejarnos llevar por la intuición y por el sentimiento que nos produce.

A mí los sentimientos que más me despiertan las imágenes que se crean en el poema son la melancolía, por un lado, y el deseo, por otro. Un deseo lleno de amor, que se plasma en la repetición insistente y desesperada de te quiero; y un amor lleno de sensualidad que aparece sobre todo en la última estrofa11: Dejaré mi boca entre tus piernas, (…) quiero, amor mío, amor mío, dejar, violín y sepulcro, las cintas12 del vals

Pequeño vals vienés.