desde nivel B2 / literatura / Miguel de Unamuno
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EL DERECHO DEL PRIMER OCUPANTE.
Un relato para niños de Miguel de Unamuno
Cuando nacisteis os encontrasteis con padres que os daban todo lo que os hacía falta: comida, vestido, casa y todas las demás cosas necesarias y hasta las no necesarias, como juguetes y diversiones de pago. No habéis tenido que ganaros nada por vosotros mismos y con vuestro trabajo, y por esto no sabéis lo que es ganaros la vidaF. Os habéis encontrado con que unas cosas son de unos y otras cosas son de otros, y no sabéis bien por qué las cosas son de uno y no son de otro.
Me figuro que al leer esto alguno de vosotros me saltará1 diciendo: “No, yo tengo una cosa que es mía y no me la ha dado nadie, sino que yo me la encontré en la calle, la cogí y como no era de nadie, ahora es mía”. Claro está que lo que uno encuentra y no era de nadie, o lo tiró2 su dueño, es del que lo encuentra. De esas cosas se dice que no son de nadie, y del que las encuentra se dice que se hace dueño3 de ellas por el derecho del primer ocupante.
Cuando yo era niño como vosotros, siempre que encontrábamos algún juguete u otra cosa que podía habérsele perdido a algún chico, la cogíamos y cantábamos esto:
Una cosa me he encontrado;
cuatro veces lo diré.
Si su dueño no aparece,
con ella me quedaré4.
Y si no aparecía el dueño nos quedábamos con ella. Otros ni siquiera cantaban eso ni hacían nada porque apareciese el dueño, sino que callaban, algunos sabiendo a quién se le había perdido lo que ellos encontraron. Y eso, claro está, es un robo.
Pero es que hay muchos actos, amiguitos, que no parecen robos y, sin embargo, lo son, así como también hay muchas cosas que nos encontramos y decimos que no son de nadie y son de todos.
Las flores que hay en un jardín público, por ejemplo, son de todos porque el jardín se cuida y cultiva con dinero que sale de los bolsillos de todos los del pueblo y de todos los que por él pasan, y esas flores están para recreo5 de todos. Y si va uno y corta una y se la lleva, hace un robo. Y si oís decir que lo que es de todos no es de ninguno, esa es una barbaridad6 muy grande que han inventado los ladrones para robar más a su gusto.
Figuraos7 que llega un chico a un paseo y se encuentra con un banco8 a la sombra de una acacia, y que en el banco caben tres chicos. Pero él va, y como está solo y le gusta la comodidad9, en vez de sentarse se recuesta10 a todo lo largo del banco y se estira bien. Entonces viene otro chico y le dice que le haga sitio y se siente bien, porque también él quiere sentarse. Y entonces va el primero y le contesta: “No me da la ganaF; haber llegado antes; yo he venido primero y el banco es mío. Si quieres sentarte, allí tienes aquel otro”. Y el otro le dice: “Pero aquel está al sol, y yo quiero sentarme a la sombra”. Y el del banco le dice: “Entonces, siéntate en el suelo”. Y el otro le dice: “¡Clarito! ¡Habiendo banco voy a sentarme en el suelo! Anda, siéntate bien y hazme sitio”. Y el del banco le contesta: “Ya te he dicho que no me da la gana; si quieres que te haga sitio, dame una de esas naranjas que llevas; si no, no me encojo”. Esto lo hacía el chico del banco porque creía que le podría al otro si se pusieran a reñir11. Y el otro pobre iba a marcharse cuando vio venir al guarda del jardín y le amenazó12 al del banco con decírselo y entonces el del banco, que no era muy amigo del guarda, se levantó y se fue.
Pues bien: hay muchos así que dicen que es suyo lo que ocupan por la fuerza, porque llegaron antes.
Una cosa es ocupar algo con el trabajo, como cuando uno tiene una tierra y la labra13 o un violín y lo toca, y otra cosa es ocupar algo con la fuerza.
Y aquí voy a contaros un sucedido14. Y fue que una vez iban navegando15 diez familias, y naufragaron16 y fueron a dar a una isla desierta, muy rica y muy hermosa. Era una isla que producía toda clase de frutos y que sin mucho trabajo podía alimentar lo menos a mil familias. Cuando vieron esto los náufragos, les pesó menos su desgracia17, y hasta algunos se alegraron de ella. Se establecieron allí, empezaron a hacerse chozas18 y a cultivar el suelo. Lo cultivaban todos juntos y a ninguno se le ocurrió dividir la isla en diez pedazos19, y quedarse cada familia con uno de los pedazos, porque estaban mejor todos juntos y les sobraba20 tierra. Pero uno de ellos, que era más listo21 que los otros, les dijo un día: “Y si naufragan aquí otros, y cogen otra parte y se ponen a cultivarla, ¿qué haremos?”. Y le contestaron: “Dejarlos, porque aquí se pueden mantener22 lo menos mil familias”. Pero él les dijo: “¡No, dejarlos no!, porque nosotros hemos llegado antes y la isla es nuestra por el derecho del primer ocupante. Lo mejor es que, haciendo en ella diez porciones, nos las repartamos23 entre las diez familias, aunque luego cultivemos todos juntos una parte de una sola porción, pues cada una de estas basta para mantener a cien familias”.
Así hicieron, y siguieron trabajando todos juntos un cachito de la isla, pero después de haberla dividido en diez partes que se repartieron. Y ya veréis cómo el que les aconsejó24 esto era el más listo de todos, o sea, el más malo. Porque muchas veces, la listura no sirve sino para hacer el mal.
Pasado algún tiempo, una vez vino a naufragar en otra parte de la isla otro barco que traía cuatro familias y estas se pusieron a vivir en aquella parte de la isla donde habían ido a dar. Y en cuanto lo supieron los otros, los que estaban antes, fueron allá y les dijeron: “Esta isla es nuestra y no vuestra, porque hemos llegado a ella antes que vosotros y nos la hemos repartido; y ese suelo que trabajáis no es vuestro sino de una de nuestras familias”. Y los otros pobres, al ver que eran más que ellos, les contestaron con buenos modos25: “¡Pero si aquí hay sitio para todos y podemos vivir muy bien las catorce familias, las diez vuestras y las cuatro nuestras, y hasta mil si las hubiera! Iremos con vosotros y trabajaremos todos juntos”. Y aquel que era más listo que los demás, el que les había aconsejado lo del reparto, les dijo: “No puede ser, nosotros hemos llegado antes y por eso esta isla es nuestra y nos la hemos repartido; si queréis vivir aquí, trabajaréis para nosotros y os daremos casa, vestido y comida; y si no queréis esto, ahí está el mar de donde habéis venido; podéis volver a él ¡Haber llegado antes!”. Y como eran menos y los otros les podían, no tuvieron más remedioF que aguantarse y ponerse las cuatro familias a trabajar para las otras diez. Y como en aquella isla con muy poco trabajo se sacaba26 mucho, esas cuatro familias de los que naufragaron más tarde trabajaban para las catorce; y después de vestirse y comer, con lo que sacaban, vestían y daban de comer a los otros. Y estos, los que habían llegado primero, no hacían nada más que obligar a los otros a que trabajasen, y tenían cuidado de que no se les escaparan y tuvieran que andarlos buscando por unos montes que había en la isla. Ya habréis comprendido que estas cuatro familias que llegaron después eran esclavas27 de las que habían llegado primero.
Porque esclavo es eso, uno a quien no le dejan ir a trabajar a donde quiera, sino que tiene que trabajar por la fuerza en la tierra de su amo28. Es algo parecido a una caballería29 a la que se le ata30 para que no se salga de un prado.
Que aquellos diez que llegaron primero quisieran para sí solos la parte que habían cultivado, se comprende; pero lo que es una barbaridad es que no dejasen trabajar a las otras pobres familias en ninguna otra parte de la isla, porque decían que era toda de ellos, como el chico aquel que se tendió en el banco del jardín y decía que era suyo todo el banco. Y aquí, en la isla, no había como en el jardín ningún guarda que obligase a las diez primeras familias a que no abusaran de su fuerza y de ser más.
Y ahora, ¿qué os parece lo que hicieron los que habían llegado antes a la isla con los que llegaron después? Y la isla, ¿qué os parece? Antes de que llegara ninguna persona a ella, ¿no era de nadie o era de todos los que llegaran mientras pudiese mantenerlos?
Pero todo no es ni tan fácil de responder ni tan claro como puede pareceros. Ahora hablad de esto con vuestros padres y preguntadles qué piensan de ello, porque es muy fácil que a vuestros padres se les ocurran otras cosas que a vosotros. Yo también tengo hijos, como los tienen vuestros padres, y a mí hasta me gusta que piensen mis hijos de diferente manera que yo y que les parezcan mal muchas cosas que a mí me parecen bien, porque, si pensaran siempre los hijos lo mismo que sus padres, estaríamos hoy como en tiempo de Adán y Eva.
- Esta es una versión reducida del texto original de Miguel de Unamuno publicado en la revista Mercurio en Barcelona el 4 de enero de 1904.
FRASES HECHAS
GANARSE LA VIDA Trabajar.
NO ME DA LA GANA No quiero, no quiero hacerlo.
NO TENER MÁS REMEDIO QUE No tener otra solución. No tener alternativa.