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AMORES QUE MATAN: ENTREVISTA A UNA MUJER MALTRATADA

Una de cada cuatro mujeres europeas ha sufrido alguna vez maltrato1 físico y psicológico por parte de su pareja. Muchas de ellas reciben a diario estos golpes en el cuerpo y en la mente y viven sumidas2 en un estado constante de temor y de amenaza. Solo algunas logran poner fin a esta difícil situación. Mónica abandonó a su pareja3 cuando tenía 21 años y una personalidad que había sido destruida a golpes.

Mónica ya no era persona. Estaba viviendo la segunda relación en la que su pareja la insultaba, amenazaba4, humillaba y pegaba de manera constante. Ya no sabía pensar por sí misma hasta que, empujada por su familia, pero avergonzada5 de lo que estaba haciendo, decidió denunciarle. Su abogada lo tuvo claro desde el principio: la única alternativa era ingresar en el Centro de Atención,  Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratadas (C.A.R.R.M.M.) de la Comunidad de Madrid, el único en España que presta6 una asistencia integral para mujeres y niños víctimas de la violencia de género7. Las mujeres que ingresan en este centro reciben toda la atención necesaria para superar8 las consecuencias de este tipo de violencia: confusión, temor, anulación de su autoestima9, dependencia… Dejan sus casas, ciudades, familia y todo lo que suponga un entorno cercano a su expareja para empezar a convivir con otras mujeres que han pasado por la misma situación. Además, psicólogas, trabajadoras sociales, asesoras jurídicas y formadoras están a su disposición, según las pautas10 del centro, para asistirlas en cada caso.

La ausencia de reproche11 social y judicial hacia el maltratador12 hace que la mujer presente una indefensión13 que la bloquea emocionalmente hasta llevarla a la negación del maltrato que padece14, pudiendo, solo así, sobrevivir incluso en el peor estado de humillación permanente.

En esta situación ingresó Mónica en el centro. Recuperada y como nueva, pero indignada por el desconocimiento15 que sobre el tema del maltrato existe en nuestra sociedad, es capaz de contar su historia de forma serena y objetiva, aunque sin la esperanza de que nadie que no haya vivido ese infierno sea capaz de entenderlo.

¿Para qué acudiste a este centro?

Porque no entendía muy bien qué me estaba pasando. Solo sentía… pues que tenía un deterioro16 físico y mental muy grande. De hecho, ya no sentía casi nada. Pesaba diez kilos menos que ahora, y no soy una chica gorda. No podía subir unas escaleras, me caía. Yo no comía, no dormía… nada, absolutamente nada. Claro, me mareaba, me caía por todas partes… Yo no pensaba, directamente ya no pensaba. Una vez que yo entré aquí, yo notaba que me iba a morir. Sabía que tarde o temprano llegaría, pero que llegaría. Notaba físicamente que me estaba muriendo y no era consciente de casi nada de lo que estaba pasando. Solo lloraba. No quería ver que era maltratada, no quería que me lo dijeran.

Yo ahora mismo lo pienso desde la distancia y digo: “Qué mal tendría que estar para decir ‘sí, me da igual, vengo’ ”. Claro, mis padres siempre lo decían. Decían: “Es que yo no te sé ayudar en esto”. Y yo sola no podía. Era mi última opción y, bueno, la mejor.

Es necesario trabajar mucho y con mucha ayuda. Y nada, empecé a ver pues que todas mis compañeras, con las que yo creía no tener nada que ver, era(n) igual. Y una vez que reconocí mi problema y el problema de él, pues empecé a comprender muchas cosas. Minuto a minuto ves que vas cambiando y de repente un día dices: “Joder… estoy bien”.

Como muchas de sus compañeras, Mónica ingresó17 en el centro negando lo evidente18 de su situación de maltratada, disfrazándolo19 de acoso, empujada por su familia pero deseando con toda su alma que el mundo estuviera equivocado y ella tuviera razón.  Allí siguió un tratamiento que se prolongó20 durante 18 meses. Junto a ella, otras 25 mujeres, algunas con sus hijos, compartían un duro proceso de recuperación física y psicológica tras haber logrado salir del infierno del maltrato.

¿Y cómo decidiste dar el paso21? Porque me imagino que tiene que ser dificilísimo.

Yo creo que para dar el paso tienes que estar hundida del todo22. Al compartir con otras mujeres, pues ves que no eres solo tú. Sobre todo, la vergüenza23 se te quita. Dices “ay, ¡no soy un bicho raro24!”. Yo, cuando lo tuve que contar en la universidad es como “madre mía, una chica de 21 años maltratada…” Y yo… a mí que me daba muchísima vergüenza, y vergüenza ninguna. A él, en todo caso. Pero claro, aquí ves y dices “ay, pues a mí también me hacía eso”, “ay, pues ¿y a ti también te decía…?”, “ay, pues a mí también”. Y dices: “Ay mira, ¡que no soy tan rara!”. Entonces, las compañeras yo creo que también son esencial(es) en la recuperación. El hablar, el llorar juntas, el acompañarnos unas a otras… Igual que yo antes cuando entré me fijaba25 en las que se iban y decía: “Estas mujeres sonríen demasiado”. Pero después te da mucha fuerza. Y ahora, tú ves que cuando viene alguien nuevo, pues de alguna manera dicen “¡ay, qué bien, y tú ya sales!”. Y yo, por ejemplo, decía ayer a una de ellas: “Y cuando tú salgas, ya estaré yo aquí pa(ra) verlo, y verás el cambio de cara y todo”. A mí me ha cambiado la cara, la expresión de los ojos. No me reconocen en las fotos. Los niños, si me ven en una foto, aunque esté sonriendo en la foto me dicen: “¿Por qué estás triste?”.

Y después de esto, ¿cómo te enfrentas a una nueva relación?

Yo por ahora no quiero relación, pero porque yo vengo de dos maltratadores, desde los 15 años; pero sí que es verdad que yo personalmente no tengo miedo a tener una relación. Yo creo que te enfrentas, sobre todo, muy segura de ti misma y con las ideas muy claras. El problema es que antes no podíamos tener nada claro porque ni siquiera sabíamos nosotras ya cómo éramos. Yo veía a través de sus ojos ya, porque así dolía menos. ¿Qué ideas iba a tener yo? Ahora sí. Ahora, por primera vez, me han enseñado, de alguna manera, a pensar sin decirme lo que tengo que pensar. Y yo decido, me equivoque o no, pero son mis equivocaciones. Entonces ahora somos capaces de decidir qué queremos y qué no queremos. Entonces, pues a una relación te enfrentas como otra mujer. Es que, de hecho, ya estás recuperada. Te ha marcado. Yo creo que, de alguna manera, siempre vamos a tener miedos, pero yo creo que mientras seamos conscientes de por qué son esas secuelas26, se tienen controladas. Y, pues por ejemplo, una colonia que huela a él, que me toque donde él me ha podido hacer mucho daño, una palabra con la que él me humillara siempre o algo así, pues sí que me puedo poner tensa27 pero yo aclararle a mi pareja realmente qué son esas cosas que yo no puedo tolerar28 y que él las respete, por supuesto. Mientras que esté eso claro… como otra, como otra mujer.

Al entrar en el centro, Mónica se vio obligada a abandonar su ciudad. Un lugar en el que viven su familia y amigos y que ahora ella no puede evitar relacionar con el pasado que está dejando atrás.

Hoy vive una vida nueva en Madrid. Una vida que se ha construido peldaño a peldaño29, juntando las poquitas fuerzas que le quedaban para reconstruir la dignidad que creía perdida y acabar convirtiéndose, de nuevo, en una mujer.

Estudia quinto año de periodismo, visita el centro habitualmente y se enfrenta al futuro con la cabeza muy alta30, las ideas muy claras y segura de sí misma.

¿Te has sentido apoyada, a nivel social?

Yo, particularmente, sí. Yo he tenido suerte porque en mi universidad lo han comprendido perfectamente. Algunos amigos no, otros sí, pero a la hora de la verdad (y eso también lo he sufrido yo con mis amigos y con mi familia) no lo entienden del todo. Mi familia, por ejemplo, no entiende que yo no vuelva a mi ciudad. Ellos, con llenarse la boca31 diciendo que él no me va a hacer nada, que ya están ellos para protegerme… Y claro, eso es una tontería porque, primero, yo no quiero un guardaespaldas32 en mi vida y, segundo, eso ya se ve más o menos como un zulo33 donde has vivido tu infierno y donde están aquellas ideas que estás abandonando. Entonces, socialmente esto no se entiende bien. Sí que es verdad que cada vez estamos consiguiendo más, pero tú ves el día a día de la sociedad y te fijas y dices: “Madre mía, estamos igual que antes”. En anuncios, en el trabajo, en cualquier cosa. Y claro, pues no notas un apoyo34 total. Yo creo que esto es necesario conocerlo muchísimo más porque claro, la gente no tiene ni idea. Yo lo he notado porque nosotras hacemos un efecto expansión. Mi sentencia35, simplemente, que tengo una sentencia durísima y cuando llegas al fallo36 dices “ay, que se queda en 2 años y no entra en cárcel”. Entonces, pues, falta muchísimo pero ahí seguimos, en la lucha.

El centro (C.A.R.R.M.M.) no es un antídoto37, pero es la mejor solución que se ha conocido hasta ahora. La más eficaz38, al menos, para que las mujeres maltratadas rehagan39 sus vidas superando, o al menos comprendiendo y aceptando, las secuelas del trauma. Por esta razón, sorprende que las autoridades no costeen40 proyectos similares. Las ayudas dependen de los partidos políticos y están parcialmente supeditadas41 a los intereses de éstos. Las víctimas se quejan de que las medidas judiciales42 tomadas hacia los maltratadores son escasas, y ante las amenazas, la seguridad y el apoyo prestado por parte del Estado brillan por su ausencia43. Es cierto que de unos años a esta parte44 se ha conseguido mucho, pero las cifras de 2006, según el Instituto de la Mujer, hablan por sí solas: 68 mujeres asesinadas por45 sus parejas o ex parejas, 60.000 denuncias46 y 180.000 ciudadanos47 fichados48 como maltratadores a día de hoy. Con todo y con eso49, muchas aún optan por no denunciar. Ellas no forman parte de ninguna estadística.

Mónica no cesa50 en su lucha personal para que la situación cambie. Es consciente de que ella sola puede hacer poco, pero junto a ella luchan, unidas sin saberlo, todas las mujeres que han compartido su infierno, y con ellas, quienes somos conscientes de que aún tienen que cambiar muchas cosas para que cada día, como Mónica, al menos una pueda decir: “Joder… estoy bien”.

*Entrevista publicada en el número 5 de la revista de ELE Punto y Coma.

Punto y Coma 5

* Encontrarás el reportaje completo en el número 5 de la revista Punto y Coma