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Grafiti de Dalí en el Raval de Barcelona

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RAVALEANDO, UN PASEO POR BARCELONA

– …en el barrio chino no he entrado, pero ¿qué hay allí?
– Perdidas, ladrones y el brillo del demonio, eso hay.
(Y yo en aquel momento me imaginé el barrio chino
iluminado por una chispa1 de belleza)”

Nada, de Carmen Laforet, 1944

El Raval ya no es el barrio industrial del siglo XIX, con sus grandes edificios y altas chimeneas desafiando2 al cielo. Tampoco es el que fue conocido popularmente como “barrio chino” a mediados del siglo XX, el rincón3 favorito de criaturas marginales4: ladrones, timadores5 y prostitutas que buscan marineros por las estrechas calles. En el siglo XXI, el Raval es un barrio nuevo, en el que la mezcla está por todas partes: mezcla de vecinos de todas las edades y razas, mezcla de tiendas de siempre con tiendas de ahora, mezcla de plazas y callejuelas6, de gente al sol, de grandes museos de diseño y de grafittis en las paredes. Y no ha perdido esa chispa de belleza que intuía7 Andrea, la joven protagonista de Nada, cuando imaginaba, sin verlo, cómo era el Raval, con la expectación de una chica de pueblo que llega a la dura Barcelona de la posguerra.

RAVALEANDO

En Barcelona, el barrio8 del Raval se incluye en el distrito de Ciutat Vella, en la parte del casco antiguo9, junto al barrio Gótico y al barrio del Born. Al oeste delimita con la Rambla, al este con el Parallel, al norte con la Universidad y al sur con el mar.

Cerca del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) hay un cartel que conjuga, como si existiera, el verbo ravalear, en catalán ravalejar: jo ravalejo, tu ravaleges, ell ravaleja… Albert, de Barcelona, explica que el término puede tener muchos significados, depende exactamente de quién seas y cómo te muevas. En realidad, para él, es un intento de definir las actividades de la gente que vive en el Raval, sean de donde sean. Una manera de vida, un signo de identidad10 que les une al barrio. Él lleva viviendo allí cuatro años y se declara un apasionado de la gente del Raval: “Claro, hay de todo, ¿no? Hay desde la gente que ha vivido aquí de toda la vida… también gente que está empezando una nueva vida aquí, ¿no? Luego hay mucha gente joven con ansias11 de abrir nuevos locales, de dar nuevas posibilidades a la gente que vive aquí…, y luego gente, pues que está como muy relajada, que vive en el barrio y le encanta disfrutar del sol y de la Rambla12 del Raval y de tomarse una cañita13 y de…, bueno, de pasarlo bien y relajarse”. Lo que más le gusta del barrio es que “es como tener varios barrios en uno, es un poco una mezcla de distintas realidades de Barcelona y de los nuevos tiempos que corren por Barcelona. El barrio ha crecido a partir de todo lo nuevo que está llegando, ¿no?, y que estamos haciendo en Barcelona”.

Para sumergirnos de lleno en la historia y la evolución del Raval, podemos empezar cruzando la avenida del Parallel, cogemos la calle de Sant Pau y nos encontramos frente a frente con la iglesia y el monasterio de Sant Pau del Camp. Erguida14 y elegante, la iglesia ha resistido el paso de los siglos y permanece totalmente integrada entre el bullicio15 de gente, grúas16 y balcones desiguales del barrio. Es uno de los monumentos románicos más antiguos de Barcelona y fue el primer núcleo importante del Raval. Hasta entonces, la zona era sólo un campo abierto con tierras de cultivo17.

Recortando el aire, pueden verse altas chimeneas industriales que recuerdan el pasado obrero del barrio. Durante el siglo XIX aparecieron nuevas calles con fábricas y viviendas para los trabajadores que se quedaron en el Raval para vivir cerca del trabajo, y se convirtió en el barrio más denso18 de Europa. Esto explica que llegara a ser el centro de los primeros movimientos obreros que tuvieron lugar a principios del siglo XX. Además, este crecimiento desmesurado19 trajo consigo la marginación, y El Raval, bautizado20 popularmente como “barrio chino”, se convirtió en un barrio conflictivo21 donde la prostitución, los robos y los problemas de convivencia eran algo frecuente. Pero llegó Barcelona 92 y la ciudad elegida como sede22 de las Olimpiadas de 1992 “quiso lavarse la cara” y esto incluyó la recuperación del barrio del Raval. Se edificaron nuevas casas y se intentó acabar con los focos de prostitución y de tráfico de heroína. Antonio, madrileño residente del Raval, explica que era “un barrio que antes estuvo muy olvidado, muy marginado. Los propios barceloneses casi no entraban, casi no lo conocían; y desde hace unos diez años, con la construcción de algunos edificios emblemáticos23 como el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona) o el MACBA, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, pues se ha abierto un poco más al exterior, al resto de la ciudad, ha cambiado su fisionomía24, ha cambiado la gente que habitaba”.

LA RAMBLA DEL RAVAL

Hubo que derribar25 varias manzanas26 de edificios para crear esta rambla. Construida en 2001, es una amplia avenida con altas palmeras y edificios de cuatro a cinco plantas, por donde “ravalean” gentes llegadas de diferentes países. Muchos de ellos son filipinos, árabes o paquistaníes que tienen sus pequeños negocios en las calles cercanas a La Rambla. La Rambla del Raval desemboca en la calle del Hospital, una de las más bulliciosas y llena de vida del barrio. Es una de las calles favoritas de Albert: “La calle Hospital me gusta mucho, con su plazoleta27, y al final que llegas a La Rambla del Raval y, al otro lado, que llegas a Las Ramblas y tienes la Boquería encima y tienes el teatro, el Teatro Romea… y bueno toda la movida28 que hay por allí, ¿no? Además, son aceras29 muy estrechitas con lo cual toda la gente tiene que moverse siempre, junta por estas aceras; y hay mucho, mucho bullicio ¿no? Esta calle me gusta mucho”.

Si caminamos por sus aceras descubrimos escaparates30 de pastelerías árabes o bares de toda la vida con ancianos mirando a la calle o sentados en la barra charlando sin prisa con el camarero, no mucho más joven que su clientela. Avanzando un poco, nos encontramos con uno de sus rincones más bonitos: la plaza de Sant Agustí. Situada en la calle del Hospital, es una plaza amplia, repleta31 de grandes árboles ajenos32 al ruido y al humo de los coches. La iglesia de Sant Agustí está medio derruida33, pero es la protagonista de la plaza habitada por vecinos dispares34: mendigos35, parejas, africanos y señoras mayores que charlan sin prisa camino de las Ramblas. Y es que la calle Hospital desemboca36 allí, en uno de los lugares más turísticos de Barcelona: una gran avenida repleta de puestos callejeros37 en los que, entre otras cosas, se venden flores y cuadros y donde mimos inmóviles disfrazados de títeres38 o de emperadores romanos, piden monedas a la multitud de turistas que por allí pasean.

MERCADO DE LA BOQUERÍA: LA JOYA DEL RAVAL

Vale la pena acercarse al rico mundo del mercado de Sant Josep, conocido como la Boquería por su entrada principal, una bonita puerta con una vidriera39 de estilo modernista. La Boquería es el mercado más grande de Europa. Sus 6000 metros cuadrados de superficie albergan40, bajo una estructura de hierro construida en 1914, más de 300 establecimientos41, entre puestos42 de pescado, de fruta y verdura, de aves y caza43, carnicerías, conservas44, frutos secos45, legumbres y cereales, además de establecimientos de congelados, dietética y parafarmacia46. Durante el fin de semana es casi imposible caminar entre sus puestos, repletos de curiosos más que de consumidores. Es difícil no caer en la tentación47 de llevarse algo, porque el encanto del mercado reside, entre otras cosas, en el arte que poseen sus vendedores para presentar sus productos de forma atractiva y llena de color. La Boquería abre sus puertas de ocho de la mañana a ocho y media de la noche. Es en esa hora cuando las luces de la ciudad se despiertan y Barcelona cambia su rostro diurno48 por su máscara nocturna. La oscuridad cae también sobre el barrio del Raval y, tras su ravaleo nocturno, sus habitantes se marchan a sus camas cada noche para soñar, sin importar el idioma.


Reportaje publicado en el número 1 de la revista Punto y Coma

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