desde nivel B1 / viajes / reportaje / Por Elina Londoño
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UN RELATO DE LOS VIENTOS DE SAN FÉLIX

La primera sensación que invade a quien llega a San Félix es un viento frío que golpea el rostro y se cuela1 entre la ropa; desconcierta un poco si consideramos que a tan solo cuarenta minutos de allí el sol que ilumina la ciudad de Medellín es generoso cuando comparte su calor.

San Félix es un corregimiento2 del municipio de Bello, un extenso municipio que se ubica3 al norte del Valle de AburráN, muy cerca de Medellín. El corregimiento se caracteriza por su clima frío, por su riqueza hídrica, por su vasta flora y por la fuerza de sus vientos. Estos últimos atrajeron hace varios años a cerca de doce empresas dedicadas a elevar por los aires a las incontables personas que van en busca de la emoción de alzar el vuelo4. Y este lugar nunca les ha fallado, pues todos los que así lo han querido han surcado5 el cielo en coloridos parapentes6 desde los que se pueden apreciar varios municipios del área metropolitana, entre ellos Medellín, capital del departamento7 de Antioquia.

 

EL DESAFÍO: VIENTO Y ALTURA

Para llegar a la cima8 donde los vientos elevan incluso los pensamientos, es necesario superar una larga escalera que serpentea9 entre la vegetación de la montaña. Durante el ascenso se pueden observar, como si fuesen pequeñas cometas10, los parapentes que danzan a merced delF viento con tal ligereza que es fácil olvidar que llevan personas volando.

Al final de la escalera está el anfitrión11, un viento arrogante que a ratos ruge12 y que da la bienvenida a los visitantes. Ya en la cima, una imagen se abre hasta donde alcanza la vista: en toda su inmensidad, el profundo valle se extiende como si hiciese una reverencia a las montañas que lo rodean. Desde lo alto se aprecia la gran ciudad, pero el viento ahoga13 el barullo14 de su agitación.

He de confesar que sentí una gran satisfacción al saber que las escaleras no me ganaron la partidaF, y a la vez, una secreta pena al tener que aceptar que el temor a las alturas sí me venció; no obstante, aproveché el tiempo en tierra para descubrir qué es lo que lleva a tantas personas a vivir una aventura cerca de las nubes.

 

LA ALEGRÍA DE VOLAR

Lo primero que uno ve son los rostros expectantes, desdibujados15 de emoción; observan, siempre con la vista puesta en lo alto. Cada persona espera su turno para despegar16 en compañía del piloto que tendrá la misión de llevarlo a un viaje inolvidable y de asegurar que sus pies vuelvan a tocar el suelo sin el menor daño. El ambiente es de alegría. Turistas, pilotos, aficionados…; en fin, todos parecen amigos allí y no tardo en comprender la razón. Quien se eleva, sea o no su primera vez, debe confiar en la persona que lo llevará lejos, donde nadie puede alcanzarlo.

Piloto y viajero se aseguran17 en el parapente; unos pasos hacia adelante y, de repente, por obra del viento, en cuestión de segundos, dejan la montaña y ascienden mientras se hacen cada vez más pequeños, hasta que se confunden entre los vivos colores del resto de  parapentes que se encuentran en vuelo. Cristian García, uno de los pilotos más experimentados en esta práctica en la ciudad de Medellín, afirma que la experiencia es un tour aéreo por el Valle de Aburrá. Desde lo alto, le muestran al viajero los lugares más emblemáticos de la capital antioqueña, así como la extensión del valle, pues la altura permite apreciar algunos de los municipios que lo cruzan y la belleza natural de las montañas que lo bordean.

En ese sentido, García hace énfasis en que el objetivo de empresas como la suya, dedicadas a guiar a los aventureros por el aire, es ofrecer una cara diferente de Colombia, mostrar a quienes visitan el lugar que hay montañas sin guerrilla, que hay gente de bien, amigable y respetuosa; el propósito, destaca18 él, es contar una historia, pero no de violencia, sino la historia de por qué merece la penaF venir a Medellín.

A medida que llegan del vuelo, me detengo en los rostros de quienes acaban de terminar el tour sobre la ciudad, no veo temor, no veo pena, no veo angustia, solo una sonrisa que se resiste a borrarse incluso varios minutos después, cuando el viajero comparte su experiencia. Decido esperar a que la emoción les permita articular una respuesta, y, mientras tanto, Cristian García me cuenta algunas de sus historias. Por ejemplo, que la persona de mayor edad con la que ha volado es una mujer de setenta y ocho años, o que muchos extranjeros19 le piden emprender20 el vuelo otra vez antes de aterrizar21; pero la historia más interesante, sin duda, es la de aquel enamorado que esperaba a su amada en tierra con un letrero22 gigante que decía “Cásate conmigo”; sin embargo, a punto de llegar, la mujer rogó23 al piloto que aterrizara en otro lado porque ella no quería casarse con el hombre que, lleno de amor, aguardaba en la montaña y al que dio un no por respuesta. Cristian nunca supo si al final hubo una boda, pero sí se quedó con una historia para contar.

Yo me quedé con la historia de Leidy Rodas y Esteban Daza, una joven pareja que decidió celebrar en San Félix, y a bordo de un parapente, su segundo aniversario de bodas. Estos amantes del aire, que dos años atrás se comprometieron24 durante un viaje en helicóptero, están convencidos de que mantener vivo el amor requiere de una dosis de aventura, y esa convicción fue lo que los llevó hasta allí: “La experiencia en el parapente es como encontrarte por dentro, sentirte otra vez vivo, como activo”.

Con estas palabras de los enamorados aventureros cerré mi paso por San Félix. Y, aunque ningún argumento pudo convencerme de alejar25 mis pies de la seguridad del suelo, me fui con la promesa de regresar para intentarlo y, más que nada, para sentir esa experiencia del encuentro interior en comunión con el viento.

 

NOTAS CULTURALES

VALLE DE ABURRÁ Una de las nueve subregiones en las que se divide el departamento de Antioquia en Colombia.

FRASES HECHAS

A MERCED DE Por voluntad de, por acción de.

GANAR LA PARTIDA Vencer.

MERECER LA PENA Tener valor, ser importante.